miércoles, 7 de diciembre de 2016

La manipulación de la cultura 1

S. M. Karpov: La amistad de los pueblos (1924)



Aunque la cultura en general y el arte en particular siempre han portado alguna dimensión propagandística del poder, hay una diferencia sustancial en la utilización que se ha dado de las distintas obras.

Tradicionalmente el uso interesado de la cultura consistía en líneas generales en el encargo de unos contenidos concretos que el artista no podía soslayar, la parte obligada por así decir, quedando la libertad del artista en los aspectos formales y estéticos de la obra.

También se podrían mencionar los casos en los que el artista motu proprio concebía una obra, o introducía en ella algún elemento laudatorio para ganarse el favor de un posible patrón, dado que el artista ha estado en una posición de dependencia hasta fechas no muy lejanas.

Desde que los artistas cobraron independencia, y sin que el fenómeno del encargo y la imagen propagandística desaparecieran, estaba claro que la utilización de la imagen para fines de propaganda iba a necesitar la incorporación de otras estrategias. Ya no se trata sólo de crear una imagen conveniente sino también de cómo sacar partido a una imagen ya existente (y a menudo esto sucedía una vez que el artista, como animal político, ya había tomado partido y lo reflejaba en su obra). Es a partir de ahora cuando se puede hablar propiamente de manipulación y de un cambio en el modo en que el poder y el arte se iban a relacionar.

Conviene tener en cuenta que en el cambio de la relación arte-poder que se daría en el siglo XX probablemente influyen otros factores o variables como la creciente difusión de las imágenes entre un público más amplio, la progresiva conformación de "bloques" políticos antagónicos o la organización institucional interna de cada nación. Del arte se esperaba que siguiese cumpliendo la misma función tradicional de propaganda legitimadora del poder, pero ahora las necesidades son más amplias y complejas, con lo que la exigencia hacia el arte y el artista toma un cariz diferente y en más de un caso, bastante negativo para el arte y la cultura en general.

Las formas de manipulación, en sus diferentes acepciones, varían de un sistema político a otro; y vaya como aviso, el empeño en buscar paralelismos entre algunos de ellos o tratar de establecer algún tipo de jerarquía, mejor o peor, en dichas formas de manipulación no deja de ser otra manera de continuar perpetrando la justificación de un error generalizado del que la cultura es la principal víctima.

Me centraré en lo que se hizo en la URSS, el Tercer Reich, y los EEUU de la Guerra Fría, aunque siendo verdaderamente honestos hay pocos regímenes de los que se pueda decir que no hayan tratado de utilizar la cultura para fines que nada tienen que ver con los suyos propios.


LA UNIÓN SOVIÉTICA

Cronológicamente, la URSS protagonizó el primer episodio de manipulación generalizada de la cultura en el siglo XX y, salvo algún gesto "tolerante", continuaría con un claro dirigismo estatal de la cultura hasta prácticamente su desaparición en 1991.

Ya desde los años 20 se produjeron roces entre los artistas de vanguardia que abrazaron la Revolución (Tatlin, El Lissitzky, Rodchenko y sobre todo Maiakovski, entre otros) y la postura oficial a favor del Realismo Socialista, que se acabaría imponiendo y que cobraría carácter legal en 1932 con la disposición del Comité Central del Partido Comunista sobre la Reconstrucción de las Organizaciones Literarias y Artísticas (ver anexo 1). Esto significaría en lo sucesivo un control y dirigismo por parte de las autoridades en materia de arte y literatura, a las que sería obligado dar un carácter socialista orientado a la educación de las masas. Formulado de esta manera, se oculta una larga serie de consecuencias francamente negativas, y creo que bastante controvertidas, que afectarían a la cultura en general en la URSS y su ámbito de influencia.

En aras de la claridad del mensaje socialista, todo rasgo de individualidad fue tildado de decadente y pequeñoburgués; el lenguaje plástico vanguardista se consideró incomprensible, contraproducente para la causa socialista y la educación de las masas; las nuevas corrientes musicales denostadas por formalistas y vacías de contenido... Y en todo ello se denunciaba una evidente contaminación occidental. El resultado fue la proliferación de una cultura básicamente homogénea, repetitiva y aburrida donde la innovación a todos los niveles brilla por su ausencia.

¿Hasta qué punto se pueden considerar como atenuantes las circunstancias históricas de la construcción de la URSS en lo que respecta a su política cultural? Me parece que poco. Resulta comprensible que la construcción del Estado socialista exigiese un esfuerzo colectivo en todos lo ámbitos, más aún en un periodo de conformación de bloques antagónicos y permanente agresión externa; igualmente puede resultar comprensible la existencia de formas de censura sobre ciertos contenidos y de propaganda (que levante la mano el régimen de cualquier signo que no haya hecho y continúe haciendo lo mismo). Lo que me cuesta trabajo comprender es cómo se puede llegar a hacer extensiva esa censura a la forma que adoptan las diferentes manifestaciones culturales, llegando en algunos casos a lo grotesco y contradictorio. 

Quizás habría que empezar por decir que este carácter dogmático sobre la cultura no obedece a ningún planteamiento teórico ni marxista ni, particularmente, leninista, por mucho que se quisiese presentar como un desarrollo necesario en ese campo. Lenin, en cuanto que revolucionario y aficionado a la cultura, especialmente la literatura, tenía sus propias preferencias, y por supuesto que distinguía y deploraba textos que consideraba de algún modo propaganda burguesa; pero a la vez, y lo dice de manera expresa, es consciente de la necesidad de preservar toda manifestación cultural del pasado, pues constituye la única base sobre la que edificar la nueva cultura revolucionaria. Y por supuesto fue lo suficientemente cauto y consecuente como para no ofrecer ninguna indicación (menos aún dogma) de cómo habría de ser esa nueva cultura, puede que considerando que ésa era una tarea que competía a otros mejor que a él mismo.

Posiblemente fue una interpretación limitada y bastante obtusa de cuáles eran sus preferencias las que llevaron a otros a pontificar cómo sería y cómo no podía ser la cultura proletaria en todos los ámbitos -dicho sea de paso, me parece más que exagerada la consideración de que era el propio Stalin el ojo vigilante y censor de la nueva cultura soviética- . Esos mismos otros que presentaron oposición primero y condenaron al ostracismo después a las propuestas vanguardistas, criticando por inadecuadas sus formas y llevándose por delante, de paso, unos contenidos indudablemente dentro de los cánones socialistas y de las necesidades educativas y propagandísticas de las que el nuevo régimen andaba tan necesitado para terminar de afianzar la Revolución. 

No deja de parecerme contradictorio el hecho de que un régimen que aspira a la conformación de un hombre nuevo terminase por proscribir las formas nuevas y preservase las viejas (tampoco estoy diciendo que hubiese que haber hecho tabla rasa con el pasado, a lo futurista), o más concretamente ciertas formas viejas. Que se criticase la cultura occidental y su carácter burgués al tiempo que se preservaban las formas culturales de la "intelligentsia" rusa como representativas de la "alta cultura", sólo me lo puedo explicar como una manifestación del proceso de rusificación desarrollado en la URSS como vehículo de cohesión de la Unión en un Estado donde las tensiones nacionales eran muchas y frecuentes.

Tomando como ejemplo la pintura, si se observan los aspectos formales en las diversas artes promovidas por el Estado, creo que es fácil observar la deuda que existe con las del periodo prerrevolucionario, y que aun siendo claramente burguesas e influenciadas por la cultura occidental conformaban una parte de la identidad cultural rusa, cuando menos la reciente, y por tanto constituían una potencial herramienta de cohesión nacional que se veía necesaria para la construcción y fortaleza del nuevo régimen soviético.





Mihaly Zichy: Felicitaciones de la familia imperial de su Majestad el Emperador Alejandro II después de su coronación (1856)

 
 Gerasimov: Reunión con los comandantes (1937)
 
Iván Kramskoi: retrato de Pável Tretiakov (1876)

Gerasimov: retrato de Stalin (1939)
Es decir, que me parece posible que se hiciese la vista gorda con la cultura rusa reciente respecto a aquello que se criticaba de la cultura occidental coetánea, en aras de utilizarla como herramienta de identidad nacional al servicio de la Revolución; mientras sea pintura de un ruso o sobre temas rusos, no importan aspectos formales vinculados a Occidente ni a la burguesía, ni siquiera contenidos fácilmente identificables como ideológicamente reaccionarios. En este caso creo que se siguió la postura de Lenin de preservar la cultura del pasado, pero demasiado al pie de la letra, y por supuesto con un alcance muy limitado.

Con la música sucedió algo similar. Las composiciones que carecían de un contenido utilizable para la educación del pueblo en los valores del socialismo eran sistemáticamente criticadas y sus autores tildados de formalistas y de estar contaminados por influencias burguesas occidentales. Paralelamente, la obra de compositores rusos del siglo XIX encontraba gran aceptación y difusión por parte de las autoridades e instituciones y sin embargo parece que nuevamente se pasaba por alto tanto que se trataba principalmente de músicos de extracción burguesa (el caso de Tchaikovsky es paradigmático de lo que era un “cursus honorum” para la intelligentsia rusa del XIX) que crearon una música cuyos aspectos formales son evidentemente de origen occidental. Pero eran rusos, y quizá se consideró que esas obras no sólo formaban ya parte de la cultura rusa (y habría que ver cuánta población, fuera de Moscú y San Petersburgo, conocía tales composiciones que se supone conformaban parte de su identidad como pueblo), sino que podían ser reivindicadas para una labor de propaganda y prestigio de la cultura rusa, y por tanto de la soviética como su legítima continuadora.

Y no es que el repertorio de lo que se escuchaba en la URSS fuese ni de lejos exclusivamente ruso, pero lo que parece que no era es vanguardista, y algún que otro compositor tuvo problemas con las autoridades precisamente por abrazar en sus composiciones el lenguaje de la música contemporánea; es el caso, entre otros, de Shostakovitch, cuya valoración por parte de las autoridades fue cambiante dependiendo de si sus obras eran más “formalistas” o tenían un “contenido revolucionario”. 

Es posible que yo, que no sé distinguir un Re de un La, no sea la persona idónea para meterse en críticas sobre contenido musical, pero me parece que hace falta algo más que titular a una sinfonía “Leningrado” para encontrar la narración sobre el sufrimiento de la población y el heroísmo de la resistencia al asedio nazi sin que me den una interpretación oficial del significado de esa música. Me pasa algo parecido cuando me encuentro, referido al Guernica de Picasso, lecturas sobre la barbarie de la Legión Cóndor o el mártir pueblo vasco; y sin dejar de ser cierto tanto lo uno como lo otro, la concreción de esos contenidos sólo la da el contexto relacional que aporta exclusivamente el título de la obra, cuando su alcance (igual que la sinfonía 7 de Shostakovitch) es mucho más grande que el hecho concreto que desencadenó su creación. Puede que sea una buena pregunta: ¿basta un título en una obra para dotarla de un contenido único y concreto, o es ese título concreto lo que da pie a una interpretación manipulada del contenido de la obra? No tengo una solución clara para esta cuestión; quizá sea algo sobre lo que reflexionar en otro momento y lugar.

Tratando de resumir en líneas generales la posición del régimen soviético respecto a los artistas e intelectuales, creo que intentaron buscar su colaboración para unos fines que el Estado considera necesarios para afianzar su posición. Por supuesto que los artistas e intelectuales estuvieron vigilados en sus actividades, a veces detenidos y su obra censurada, e incluso en algún caso (Mandelstam o Babel) llegaron a ser encarcelados -y a morir en prisión- acusados de disidencia. En puridad, no se puede hablar de que hubiese una persecución como la que se dio en la Alemania nazi (aunque le duela a los propagandistas antisoviéticos). Tampoco hubo libertad creativa como tal; los que no se adhirieron a las consignas del régimen en cuanto a contenidos y formas no contaron con su favor y su labor estuvo dificultada en ese sentido por no constituir una prioridad gubernamental. Tampoco hubo una labor sistemática de destrucción de toda obra que no cumpliese con los cánones del Realismo Socialista, ni del pasado ni del presente, salvo que se tratase de críticas al régimen o a sus líderes. El poco o mucho arte vanguardista que pudiese haberse desarrollado o coleccionado en Rusia fue preservado por las autoridades soviéticas, aunque sin darle la relevancia que merecía.

Personalmente, veo este periodo como una gran oportunidad perdida para el desarrollo de la cultura en general, y resulta doloroso imaginar lo que se podría llegar a haber hecho en un país donde la vanguardia bullía en los primeros tiempos de la Revolución y a favor de la Revolución. Por razones que se pueden llegar a entender, pero difícilmente justificar, la incomprensión del dirigismo soviético sobre las leyes intrínsecas de la creación llevó a la producción de una cultura sustancialmente homogénea, aburrida y carente casi por completo de interés más allá del testimonio histórico de un periodo concreto. No es de extrañar que entre las propias filas de los que se declaraban revolucionarios y comunistas surgiesen voces de protesta y denuncia (y bastante oportunismo, también habría que decir), como el manifiesto firmado por Diego Rivera, André Breton y León Trotsky en 1938 (ver anexo 2).

Y la verdad es que no era para menos si se lee el discurso de Zhdanov en el I Congreso de Escritores Soviétivos de la Unión, en 1934 (ver fragmentos en el anexo 3). Ahí queda constancia clara de la concepción oficial de la cultura soviética y los fines a los que debía servir: toda la cultura, su misión y significado, era un instrumento al servicio de la Revolución, en claro contraste con aquella cultura "decadente" (algunas de sus afirmaciones son verdaderamente sonrojantes) que se producía en el Occidente burgués.

En mi opinión, ni Zhdanov ni otros dirigentes soviéticos contemporáneos llegaron jamás a comprender que la cultura está en otra dimensión diferente a la política y el poder, aunque a menudo parezcan transitar por el mismo camino, y por esa razón someterla al servicio exclusivo de la ideología sólo sirve para mutilarla o crear monstruos. A la postre, la orientación dirigista de la cultura sirvió para poner en bandeja a los detractores de la Revolución argumentos para una crítica fundada, no sólo de la propia cultura, sino del propio régimen al cual se supone que debía servir y fortalecer. Un lamentable error.




ANEXOS

Anexo 1

DISPOSICIÓN DEL COMITÉ CENTRAL DEL PARTIDO COMUNISTA DE LOS BOLCHEVIQUES DE LA UNIÓN SOVIÉTICA SOBRE LA RECONSTRUCCIÓN DE LAS ORGANIZACIONES LITERARIAS Y ARTÍSTICAS. 23 DE ABRIL DE 1932
 El Comité Central constata que, en los últimos años, sobre la base de los significativos éxitos de la construcción socialista se ha producido un gran auge, tanto cuantitativo como cualitativo, de la literatura y el arte.
Hace algunos años, cuando era evidente que la literatura todavía se encontraba bajo la influencia significativa de elementos extraños, reavivados en particular durante los primeros años de la NEP, y los cuadros de la literatura proletaria eran aún débiles, el Partido ayudó con todos sus medios a la creación y fortalecimiento de las organizaciones proletarias autónomas en el campo de la literatura y el arte, con el objetivo de reforzar la posición de los escritores proletarios y los trabajadores del arte.
En la actualidad, cuando ya han tenido tiempo de crecer los cuadros de la literatura proletaria y del arte, y descollan nuevos escritores y artistas provenientes de las factorías, las fábricas, las granjas colectivas, los marcos de las organizaciones literarias y artísticas de carácter proletario existentes se han quedado estrechos y frenan el auténtico alcance de la creación artística. Esta circunstancia conlleva el riesgo de que dichas organizaciones, de ser un medio para la mayor movilización de los escritores y artistas soviéticos en torno a la tarea de la construcción socialista, pasen a convertirse en un medio para el cultivo del aislamiento en círculos apartados de los deberes políticos contemporáneos y de los grupos significativos de escritores y artistas participantes en la construcción socialista.
De ahí la necesidad de una correspondiente reconstrucción de las organizaciones literarias y artísticas y de una ampliación de su base de trabajo.
Por todo ello, el Comité Central del Partido Comunista de la Unión Soviética decreta:

1. Liquidar las asociaciones de escritores proletarios
2. Unificar a todos los escritores que sostienen la plataforma del poder político y que aspiran a participar en la construcción socialista en una única unión de escritores soviéticos que incluya una fracción comunista.
3. Realizar cambios análogos en las demás disciplinas artísticas.
4. Encomendar al Buró de Organización que desarrolle medidas prácticas para la ejecución de esta decisión.

Anexo 2

DIEGO RIVERA, ANDRÉ BRETON, LEÓN TROTSKY “MANIFIESTO POR UN ARTE LIBRE Y REVOLUCIONARIO” MÉXICO 25 DE JULIO DE 1938.
No exageramos al afirmar que nunca ha estado la civilización tan amenazada como ahora. Los vándalos, empleando medios bárbaros y comparativamente inútiles, han abandonado la cultura de la antigüedad en una esquina de Europa. Vemos la civilización mundial, unida en su destino histórico, tambalearse bajo los golpes de fuerzas reaccionarias armadas con todo el arsenal de la tecnología moderna. No sólo estamos pensando en la guerra mundial que se acerca. Incluso en tiempos de “paz”, la situación del arte y de la ciencia se ha hecho intolerable.
Desde el momento en que se origina en el individuo, desde el momento en que se pone en juego talentos subjetivos para producir un crecimiento objetivo de la cultura, cualquier descubrimiento filosófico, sociológico, científico o artístico parece ser fruto de una oportunidad preciosa, es decir: la manifestación más o menos espontánea de la necesidad. Estas creaciones no se pueden ignorar, ni desde el punto de vista del conocimiento general (que interpreta el mundo existente), ni desde el punto de vista revolucionario (el cual, si quiere cambiar el mundo, necesita un análisis exacto de las leyes que gobiernan su movimiento). Específicamente, no podemos permanecer indiferentes ante la condición intelectual bajo la cual tiene lugar la actividad creativa, ni tampoco podemos dejar de considera las leyes particulares que gobiernan la creación intelectual.
Debemos reconocer que, en el mundo contemporáneo, se están destruyendo todas las condiciones que posibilitan la creación intelectual. A esto sigue necesariamente un proceso de degradación cada vez más evidente, no sólo de la obra de arte, sino también de la personalidad específicamente “artística”. El régimen de Hitler, que se ha librado de todos los artistas que expresaban la menor simpatía por la libertad, aunque fuese superficial, ha reducido a aquellos que todavía consintiesen en tomar una pluma o un pincel a la categoría de sirvientes doméstico s del régimen, con la misión de glorificarlo cuando se lo ordenen, de acuerdo con las peores convenciones estéticas posibles. Si hemos de creer las noticias, sucede lo mismo en la Unión Soviética, donde la reacción thermidoriana está en todo su auge.
No hace falta decir que nosotros no nos identificamos con la máxima de moda: “¡Ni fascismo ni comunismo!”, una mera convención típica del temperamento de los necios, los conservadores y los miedosos, que ahora quisieran estar en otro sitio y se aferran a los restos descompuestos del pasado “democrático”. El arte verdadero, que no se contenta con producir variaciones de esquemas, sino que insiste en expresar las necesidades interiores del hombre y de la humanidad de su tiempo, no puede dejar de ser revolucionario, no aspirar a una reconstrucción radical de la sociedad. Esto lo hace al librar a la creación intelectual de sus cadenas y al propiciar que toda la humanidad se eleve a alturas donde sólo genios aislados llegaron en el pasado. Pensamos que sólo la revolución social puede despejar el camino a una cultura nueva. Si, no obstante, rechazamos a la burocracia que ahora controla la Unión Soviética, es porque, a nuestro ojos, no   representa al comunismo, sino que es su enemigo más traicionero y peligroso.
El régimen totalitario de la URSS, trabajando mediante las llamadas organizaciones culturales que controla en otros países, ha extendido, por todo el mundo un profundo anochecer hostil a todo tipo de valor espiritual; un anochecer de impudicia y sangre en que se bañan aquellos que, disfrazados de intelectuales y artistas, han hecho del servilismo su carrera, de la mentira por dinero una costumbre y del excusar un crimen una fuente de placer. El arte ofial del estalinismo, con una desvergüenza sin parangón en la historia, emula sus esfuerzos de dignificar su profesión de mercenarios.
La repugnancia que inspira en el mundo del arte semejante negación de sus principios –una negación que ni siquiera los estados esclavistas se han atrevido a llevar tan lejos- debería provocar una condena activa y decidida. La oposición de los escritores y artistas es una de las fuerzas que pueden contribuir al descrédito y derrocamiento de regímenes que están destruyendo, junto con el derecho del proletariado de aspirar a un mundo mejor, todo sentimiento de nobleza e incluso de dignidad humana.
La revolución comunista no teme al arte. Se percata de que el papel del artista en una sociedad capitalista decadente viene determinado por el conflicto entre el individuo y las diferentes formas sociales que le son hostiles. Este hecho solamente, en la medida en que el artista es consciente de él, lo convierte en aliado natural de la revolución (…).
Merece la pena recordar aquí la concepción de la función del escrito del joven Marx:
Naturalmente, el escritor debe hacer dinero para vivir y para escribir (…). El escritor nunca considera su obra un medio. A sus ojos y a los ojos de otros, es un fin en sí misma, hasta el punto de que sacrifica su propia existencia por la existencia de su obra (…). La primera condición de la libertad de prensa es que no es una actividad comercial.
Esta declaración es pertinente ahora más que nunca contra quienes pretenden controlar la actividad intelectual para fines ajenos a ella misma y prescriben los temas al arte por supuestas razones de estado La libre elección de esos temas y la ausencia de toda restricción en su actividad y en el uso de sus obras son algo que el artista tiene derecho a reclamar como inalienables. En el ámbito de la creación artística, la imaginación debe escapar de toda limitación y bajo ningún pretexto puede ponerse bajo un reglamento. Expresamos nuestro claro rechazo a aquellos que nos exhortan, hoy y mañana, a consentir poner el arte bajo una disciplina radicalmente incompatible con su naturaleza y repetimos que estamos conscientemente resueltos a defender la fórmula de la completa libertad del arte.
Por supuesto, reconocemos que el estado revolucionario tiene derecho a defenderse contra el contraataque de la burguesía, incluso cuando este se cubre con la bandera de la ciencia o el arte. Pero existe un abismo entre esas medidas forzadas y temporales de autodefensa revolucionaria y el intento de dar órdenes a la creación intelectual. Si bien, con vistas al mejor desarrollo de las fuerzas de producción material, la revolución debe construir un régimen socialista centralizado, para desarrollar la producción intelectual se debe establecer desde un primer momento un régimen anarquista de libertad individual.¡No a la autoridad, no al dictado, no a la mínima traza de órdenes desde arriba! Solo sobre una base de cooperación amistosa, sin imperativos externos, podrán realizar su tarea los académicos y los artistas, y lo harán mejor que nunca en la historia (…).
En el periodo presente de agonía del capitalismo, tanto democrático como fascista, el artista se ve amenazado con la pérdida de su derecho a vivir y seguir trabajando. Ve todas las vías de comunicación bloqueadas por los escombros del colapso del capitalismo. Es natural que se acerquen a las organizaciones estalinistas, las cuales le ofrecen la posibilidad de escapar de su aislamiento. Pero, si quiere evitar la desmoralización completa, no puede permanecer en ellas, por la imposibilidad de enviar su propio mensaje y por el servilismo degradante que le exigen esas organizaciones a cambio de ciertas ventajas materiales. Debe entender que su sitio es otro, no entre los que traicionan la causa de la revolución y de la humanidad. Sino entre aquellos cuya fidelidad inamovible da testimonio de la revolución; entre los que, por esa razón, son los únicos capaces de realizarla y, con ella, la expresión más libre y perfecta de todas las formas de genialidad humana.
El objetivo de esta convocatoria es encontrar un espacio común en el que se puedan reunir todos los escritores y artistas del mejor modo para servir a la revolución mediante su arte y defender la libertad del propio arte contra los usurpadores de la revolución. Pensamos que las tendencias estéticas, filosóficas y políticas más dispares pueden encontrar aquí una base común. Aquí pueden marchar los marxistas junto a los anarquistas, si ambos partidos rechazan sin paliativos el espíritu reaccionario y policial representado por José Stalin y su acólito García Oliver.
Sabemos muy bien que, hoy en día, hay miles y miles de pensadores y artistas aislados repartidos por todo el mundo, con sus voces ahogadas por los coros ruidosos de mentirosos bien disciplinados. Cientos de pequeñas revistas locales intentan reunir voces jóvenes a su alrededor, buscando nuevos caminos y no subsidios. Las tendencias progresistas en arte son destruidas por los fascistas por “degeneradas”. Las creaciones libres son llamadas “fascistas” por los estalinistas. El arte independiente y revolucionario debe ahora unir fuerzas contra la persecución de los reaccionarios. Debe proclamar en alto su derecho a existir. Semejante unión de fuerzas es el objetivo de la Federación Internacional del Arte Independiente Revolucionario, la cual creemos necesario construir.
No queremos insistir en ninguna de las ideas presentadas en este manifiesto, que solo consideramos el primer paso en esa dirección. Instamos a hacerse oír a todos los amigos y defensores del arte, que no pueden sino darse cuenta de la necesidad de este llamamiento. Hacemos el mismo llamamiento a aquellas publicaciones de izquierdas que deseen participar en la creación de la Federación Internacional y fijar sus tareas y sus líneas de acción.
Cuando se establezca una relación internacional preliminar mediante la prensa y la correspondencia, procederemos modestamente a la organización de congresos locales y nacionales. El paso final será la asamblea de un congreso mundial que declarará oficialmente la fundación de la Federación Internacional.
Nuestros objetivos:
La independencia del arte –por la revolución
La revolución – ¡por la liberación completa del arte!

Anexo 3


 ZHDANOV: Fragmentos del discurso del I Congreso de Escritores Soviétivos de la Unión, 1934 (*)

“Bajo el liderazgo del Camarada Stalin, el Partido está organizando las masas hacia la lucha para destruir los elementos capitalistas de una vez por todas, para erradicar los vestigios del capitalismo en nuestra economía y en la mente de nuestro pueblo, y para completar la reconstrucción técnica de nuestra economía nacional. La erradicación de los vestigios capitalistas en la conciencia del pueblo significa luchar contra todo vestigio de influencia burguesa sobre el proletariado, contra el relajo, la frivolidad y la ociosidad, contra la arbitrariedad y el individualismo, contra la corrupción y deshonestidad hacia la propiedad social”.

“Sólo la literatura soviética podría convertirse y se ha convertido de hecho en una literatura avanzada e imbuida de pensamiento. Es un todo uno con nuestra construcción socialista”.


“Un desorden de misticismo, obsesión religiosa y pornografía es característico del declive y decadencia de la cultura burguesa. Las “celebridades” de esa literatura burguesa que ha vendido su pluma al capital son hoy ladrones, detectives, prostitutas, chulos y gangsters”.

“Nuestra literatura soviética no teme ser tildada de tendenciosa, pues en nuestra época de lucha de clases no hay ni puede haber literatura desclasada, no tendenciosa y “apolítica”. Y a mí me parece que todos y cada uno de los escritores soviéticos podría decir a cualquier burgués torpe de ingenio, a cualquier filisteo o a cualquier escritor burgués que habla de tendenciosidad de nuestra literatura: “Sí, nuestra literatura soviética es tendenciosa y estamos orgullosos de ello, pues nuestra tendenciosidad es para liberar a la clase trabajadora –y al conjunto de la humanidad- del yugo de la esclavitud capitalista”.

“Cread obras de gran destreza, de profundo contenido ideológico y artístico. Sed los más activos organizadores de la remodelación de la conciencia del pueblo en el espíritu del socialismo. ¡Permaneced en las primeras líneas de los luchadores, por una sociedad socialista sin clases!”

(*) La traducción del texto en inglés sobre el original, es mía (mis disculpas por los posibles errores). El texto completo se puede ver en el siguiente enlace: