S. M. Karpov: La amistad de los pueblos (1924) |
Aunque la cultura en general y el arte en particular siempre han portado alguna dimensión propagandística del poder, hay una diferencia sustancial en la utilización que se ha dado de las distintas obras.
Tradicionalmente
el uso interesado de la cultura consistía en líneas generales en el encargo de
unos contenidos concretos que el artista no podía soslayar, la parte obligada
por así decir, quedando la libertad del artista en los aspectos formales y
estéticos de la obra.
También
se podrían mencionar los casos en los que el artista motu proprio concebía una
obra, o introducía en ella algún elemento laudatorio para ganarse el favor de
un posible patrón, dado que el artista ha estado en una posición de dependencia
hasta fechas no muy lejanas.
Desde
que los artistas cobraron independencia, y sin que el fenómeno del encargo y la
imagen propagandística desaparecieran, estaba claro que la utilización de la
imagen para fines de propaganda iba a necesitar la incorporación de otras
estrategias. Ya no se trata sólo de crear una imagen conveniente sino también
de cómo sacar partido a una imagen ya existente (y a menudo esto sucedía una
vez que el artista, como animal político, ya había tomado partido y lo
reflejaba en su obra). Es a partir de ahora cuando se puede hablar propiamente
de manipulación y de un cambio en el modo en que el poder y el arte se iban a
relacionar.
Conviene
tener en cuenta que en el cambio de la relación arte-poder que se daría en el
siglo XX probablemente influyen otros factores o variables como la creciente
difusión de las imágenes entre un público más amplio, la progresiva
conformación de "bloques" políticos antagónicos o la organización
institucional interna de cada nación. Del arte se esperaba que siguiese
cumpliendo la misma función tradicional de propaganda legitimadora del poder,
pero ahora las necesidades son más amplias y complejas, con lo que la exigencia
hacia el arte y el artista toma un cariz diferente y en más de un caso,
bastante negativo para el arte y la cultura en general.
Las formas de manipulación, en sus diferentes acepciones, varían de un sistema político a otro; y vaya como aviso, el empeño en buscar paralelismos entre algunos de ellos o tratar de establecer algún tipo de jerarquía, mejor o peor, en dichas formas de manipulación no deja de ser otra manera de continuar perpetrando la justificación de un error generalizado del que la cultura es la principal víctima.
Me
centraré en lo que se hizo en la URSS, el Tercer Reich, y los EEUU de la Guerra
Fría, aunque siendo verdaderamente honestos hay pocos regímenes de los que se
pueda decir que no hayan tratado de utilizar la cultura para fines que nada
tienen que ver con los suyos propios.
LA UNIÓN SOVIÉTICA
Cronológicamente,
la URSS protagonizó el primer episodio de manipulación generalizada de la
cultura en el siglo XX y, salvo algún gesto "tolerante", continuaría
con un claro dirigismo estatal de la cultura hasta prácticamente su
desaparición en 1991.
Ya
desde los años 20 se produjeron roces entre los artistas de vanguardia que
abrazaron la Revolución (Tatlin, El Lissitzky, Rodchenko y sobre todo
Maiakovski, entre otros) y la postura oficial a favor del Realismo Socialista,
que se acabaría imponiendo y que cobraría carácter legal en 1932 con la
disposición del Comité Central del Partido Comunista sobre la Reconstrucción de
las Organizaciones Literarias y Artísticas (ver anexo 1). Esto significaría en
lo sucesivo un control y dirigismo por parte de las autoridades en materia de
arte y literatura, a las que sería obligado dar un carácter socialista
orientado a la educación de las masas. Formulado de esta manera, se oculta una
larga serie de consecuencias francamente negativas, y creo que bastante
controvertidas, que afectarían a la cultura en general en la URSS y su ámbito
de influencia.
En aras
de la claridad del mensaje socialista, todo rasgo de individualidad fue tildado
de decadente y pequeñoburgués; el lenguaje plástico vanguardista se consideró
incomprensible, contraproducente para la causa socialista y la educación de las
masas; las nuevas corrientes musicales denostadas por formalistas y vacías de
contenido... Y en todo ello se denunciaba una evidente contaminación occidental.
El resultado fue la proliferación de una cultura básicamente homogénea,
repetitiva y aburrida donde la innovación a todos los niveles brilla por su
ausencia.
¿Hasta
qué punto se pueden considerar como atenuantes las circunstancias históricas de
la construcción de la URSS en lo que respecta a su política cultural? Me parece
que poco. Resulta comprensible que la construcción del Estado socialista
exigiese un esfuerzo colectivo en todos lo ámbitos, más aún en un periodo de
conformación de bloques antagónicos y permanente agresión externa; igualmente puede
resultar comprensible la existencia de formas de censura sobre ciertos
contenidos y de propaganda (que levante la mano el régimen de cualquier signo
que no haya hecho y continúe haciendo lo mismo). Lo que me cuesta trabajo
comprender es cómo se puede llegar a hacer extensiva esa censura a la forma que
adoptan las diferentes manifestaciones culturales, llegando en algunos casos a
lo grotesco y contradictorio.
Quizás
habría que empezar por decir que este carácter dogmático sobre la cultura no
obedece a ningún planteamiento teórico ni marxista ni, particularmente,
leninista, por mucho que se quisiese presentar como un desarrollo necesario en
ese campo. Lenin, en cuanto que revolucionario y aficionado a la cultura,
especialmente la literatura, tenía sus propias preferencias, y por supuesto que
distinguía y deploraba textos que consideraba de algún modo propaganda
burguesa; pero a la vez, y lo dice de manera expresa, es consciente de la
necesidad de preservar toda manifestación cultural del pasado, pues constituye la
única base sobre la que edificar la nueva cultura revolucionaria. Y por
supuesto fue lo suficientemente cauto y consecuente como para no ofrecer
ninguna indicación (menos aún dogma) de cómo habría de ser esa nueva cultura,
puede que considerando que ésa era una tarea que competía a otros mejor que a
él mismo.
Posiblemente fue una interpretación limitada y bastante obtusa de cuáles eran sus preferencias las que llevaron a otros a pontificar cómo sería y cómo no podía ser la cultura proletaria en todos los ámbitos -dicho sea de paso, me parece más que exagerada la consideración de que era el propio Stalin el ojo vigilante y censor de la nueva cultura soviética- . Esos mismos otros que presentaron oposición primero y condenaron al ostracismo después a las propuestas vanguardistas, criticando por inadecuadas sus formas y llevándose por delante, de paso, unos contenidos indudablemente dentro de los cánones socialistas y de las necesidades educativas y propagandísticas de las que el nuevo régimen andaba tan necesitado para terminar de afianzar la Revolución.
No deja
de parecerme contradictorio el hecho de que un régimen que aspira a la
conformación de un hombre nuevo terminase por proscribir las formas nuevas y
preservase las viejas (tampoco estoy diciendo que hubiese que haber hecho tabla
rasa con el pasado, a lo futurista), o más concretamente ciertas formas viejas.
Que se criticase la cultura occidental y su carácter burgués al tiempo que se
preservaban las formas culturales de la "intelligentsia" rusa como representativas
de la "alta cultura", sólo me lo puedo explicar como una
manifestación del proceso de rusificación desarrollado en la URSS como vehículo
de cohesión de la Unión en un Estado donde las tensiones nacionales eran muchas
y frecuentes.
Tomando como ejemplo la pintura, si se observan los aspectos formales en las diversas artes promovidas por el Estado, creo que es fácil observar la deuda que existe con las del periodo prerrevolucionario, y que aun siendo claramente burguesas e influenciadas por la cultura occidental conformaban una parte de la identidad cultural rusa, cuando menos la reciente, y por tanto constituían una potencial herramienta de cohesión nacional que se veía necesaria para la construcción y fortaleza del nuevo régimen soviético.
Mihaly Zichy: Felicitaciones de la familia imperial de su Majestad el Emperador Alejandro II después de su coronación (1856) |
Iván Kramskoi: retrato de Pável Tretiakov (1876) |
Gerasimov: retrato de Stalin (1939) |
Es decir, que me
parece posible que se hiciese la vista gorda con la cultura rusa reciente
respecto a aquello que se criticaba de la cultura occidental coetánea, en aras
de utilizarla como herramienta de identidad nacional al servicio de la Revolución;
mientras sea pintura de un ruso o sobre temas rusos, no importan aspectos
formales vinculados a Occidente ni a la burguesía, ni siquiera contenidos fácilmente identificables como ideológicamente reaccionarios. En este caso creo que se
siguió la postura de Lenin de preservar la cultura del pasado, pero demasiado
al pie de la letra, y por supuesto con un alcance muy limitado.
Con la
música sucedió algo similar. Las composiciones que carecían de un contenido
utilizable para la educación del pueblo en los valores del socialismo eran
sistemáticamente criticadas y sus autores tildados de formalistas y de estar
contaminados por influencias burguesas occidentales. Paralelamente, la obra de
compositores rusos del siglo XIX encontraba gran aceptación y difusión por
parte de las autoridades e instituciones y sin embargo parece que nuevamente se
pasaba por alto tanto que se trataba principalmente de músicos de extracción
burguesa (el caso de Tchaikovsky es paradigmático de lo que era un “cursus
honorum” para la intelligentsia rusa del XIX) que crearon una música cuyos
aspectos formales son evidentemente de origen occidental. Pero eran rusos, y
quizá se consideró que esas obras no sólo formaban ya parte de la cultura rusa
(y habría que ver cuánta población, fuera de Moscú y San Petersburgo, conocía
tales composiciones que se supone conformaban parte de su identidad como
pueblo), sino que podían ser reivindicadas para una labor de propaganda y
prestigio de la cultura rusa, y por tanto de la soviética como su legítima
continuadora.
Y no es
que el repertorio de lo que se escuchaba en la URSS fuese ni de lejos
exclusivamente ruso, pero lo que parece que no era es vanguardista, y algún que
otro compositor tuvo problemas con las autoridades precisamente por abrazar en
sus composiciones el lenguaje de la música contemporánea; es el caso, entre otros, de
Shostakovitch, cuya valoración por parte de las autoridades fue cambiante
dependiendo de si sus obras eran más “formalistas” o tenían un “contenido
revolucionario”.
Es
posible que yo, que no sé distinguir un Re de un La, no sea la persona idónea
para meterse en críticas sobre contenido musical, pero me parece que hace falta
algo más que titular a una sinfonía “Leningrado” para encontrar la narración
sobre el sufrimiento de la población y el heroísmo de la resistencia al asedio
nazi sin que me den una interpretación oficial del significado de esa música.
Me pasa algo parecido cuando me encuentro, referido al Guernica de Picasso, lecturas
sobre la barbarie de la Legión Cóndor o el mártir pueblo vasco; y sin dejar de
ser cierto tanto lo uno como lo otro, la concreción de esos contenidos sólo la
da el contexto relacional que aporta exclusivamente el título de la obra,
cuando su alcance (igual que la sinfonía 7 de Shostakovitch) es mucho más
grande que el hecho concreto que desencadenó su creación. Puede que sea una
buena pregunta: ¿basta un título en una obra para dotarla de un contenido único
y concreto, o es ese título concreto lo que da pie a una interpretación
manipulada del contenido de la obra? No tengo una solución clara para esta
cuestión; quizá sea algo sobre lo que reflexionar en otro momento y lugar.
Tratando
de resumir en líneas generales la posición del régimen soviético respecto a los
artistas e intelectuales, creo que intentaron
buscar su colaboración para unos fines que el Estado considera necesarios para
afianzar su posición. Por supuesto que los artistas e intelectuales estuvieron
vigilados en sus actividades, a veces detenidos y su obra censurada, e incluso
en algún caso (Mandelstam o Babel) llegaron a ser encarcelados -y a morir en
prisión- acusados de disidencia. En puridad, no se puede hablar de que hubiese
una persecución como la que se dio en la Alemania nazi (aunque le duela a los
propagandistas antisoviéticos). Tampoco hubo libertad creativa como tal; los
que no se adhirieron a las consignas del régimen en cuanto a contenidos y
formas no contaron con su favor y su labor estuvo dificultada en ese sentido
por no constituir una prioridad gubernamental. Tampoco hubo una labor
sistemática de destrucción de toda obra que no cumpliese con los cánones del
Realismo Socialista, ni del pasado ni del presente, salvo que se tratase de
críticas al régimen o a sus líderes. El poco o mucho arte vanguardista que
pudiese haberse desarrollado o coleccionado en Rusia fue preservado por las
autoridades soviéticas, aunque sin darle la relevancia que merecía.
Personalmente,
veo este periodo como una gran oportunidad perdida para el desarrollo de la
cultura en general, y resulta doloroso imaginar lo que se podría llegar a haber
hecho en un país donde la vanguardia bullía en los primeros tiempos de la
Revolución y a favor de la Revolución. Por razones que se pueden llegar a
entender, pero difícilmente justificar, la incomprensión del dirigismo
soviético sobre las leyes intrínsecas de la creación llevó a la producción de
una cultura sustancialmente homogénea, aburrida y carente casi por completo de
interés más allá del testimonio histórico de un periodo concreto. No es de extrañar que entre las propias filas de los que se declaraban revolucionarios y
comunistas surgiesen voces de protesta y denuncia (y bastante oportunismo,
también habría que decir), como el manifiesto firmado por Diego Rivera, André
Breton y León Trotsky en 1938 (ver anexo 2).
Y la verdad es que no era para menos si se lee el discurso de Zhdanov en el I Congreso de Escritores Soviétivos de la Unión, en 1934 (ver fragmentos en el anexo 3). Ahí queda constancia clara de la concepción oficial de la cultura soviética y los fines a los que debía servir: toda la cultura, su misión y significado, era un instrumento al servicio de la Revolución, en claro contraste con aquella cultura "decadente" (algunas de sus afirmaciones son verdaderamente sonrojantes) que se producía en el Occidente burgués.
En mi opinión, ni Zhdanov ni otros dirigentes soviéticos contemporáneos llegaron jamás a comprender que la cultura está en otra dimensión diferente a la política y el poder, aunque a menudo parezcan transitar por el mismo camino, y por esa razón someterla al servicio exclusivo de la ideología sólo sirve para mutilarla o crear monstruos. A la postre, la orientación dirigista de la cultura sirvió para poner en bandeja a los detractores de la Revolución argumentos para una crítica fundada, no sólo de la propia cultura, sino del propio régimen al cual se supone que debía servir y fortalecer. Un lamentable error.
Y la verdad es que no era para menos si se lee el discurso de Zhdanov en el I Congreso de Escritores Soviétivos de la Unión, en 1934 (ver fragmentos en el anexo 3). Ahí queda constancia clara de la concepción oficial de la cultura soviética y los fines a los que debía servir: toda la cultura, su misión y significado, era un instrumento al servicio de la Revolución, en claro contraste con aquella cultura "decadente" (algunas de sus afirmaciones son verdaderamente sonrojantes) que se producía en el Occidente burgués.
En mi opinión, ni Zhdanov ni otros dirigentes soviéticos contemporáneos llegaron jamás a comprender que la cultura está en otra dimensión diferente a la política y el poder, aunque a menudo parezcan transitar por el mismo camino, y por esa razón someterla al servicio exclusivo de la ideología sólo sirve para mutilarla o crear monstruos. A la postre, la orientación dirigista de la cultura sirvió para poner en bandeja a los detractores de la Revolución argumentos para una crítica fundada, no sólo de la propia cultura, sino del propio régimen al cual se supone que debía servir y fortalecer. Un lamentable error.
ANEXOS
Anexo 1
DISPOSICIÓN DEL COMITÉ CENTRAL DEL PARTIDO COMUNISTA DE LOS
BOLCHEVIQUES DE LA UNIÓN SOVIÉTICA SOBRE LA RECONSTRUCCIÓN DE LAS
ORGANIZACIONES LITERARIAS Y ARTÍSTICAS. 23 DE ABRIL DE 1932
El Comité Central constata que,
en los últimos años, sobre la base de los significativos éxitos de la
construcción socialista se ha producido un gran auge, tanto cuantitativo como
cualitativo, de la literatura y el arte.
Hace algunos años, cuando era evidente que la literatura todavía
se encontraba bajo la influencia significativa de elementos extraños,
reavivados en particular durante los primeros años de la NEP, y los cuadros de
la literatura proletaria eran aún débiles, el Partido ayudó con todos sus
medios a la creación y fortalecimiento de las organizaciones proletarias
autónomas en el campo de la literatura y el arte, con el objetivo de reforzar
la posición de los escritores proletarios y los trabajadores del arte.
En la actualidad, cuando ya han tenido tiempo de crecer los
cuadros de la literatura proletaria y del arte, y descollan nuevos escritores y
artistas provenientes de las factorías, las fábricas, las granjas colectivas,
los marcos de las organizaciones literarias y artísticas de carácter proletario
existentes se han quedado estrechos y frenan el auténtico alcance de la
creación artística. Esta circunstancia conlleva el riesgo de que dichas
organizaciones, de ser un medio para la mayor movilización de los escritores y
artistas soviéticos en torno a la tarea de la construcción socialista, pasen a
convertirse en un medio para el cultivo del aislamiento en círculos apartados
de los deberes políticos contemporáneos y de los grupos significativos de
escritores y artistas participantes en la construcción socialista.
De ahí la necesidad de una correspondiente reconstrucción de las
organizaciones literarias y artísticas y de una ampliación de su base de
trabajo.
Por todo ello, el Comité Central del Partido Comunista de la
Unión Soviética decreta:
1. Liquidar las asociaciones de escritores
proletarios
2. Unificar a todos los escritores que
sostienen la plataforma del poder político y que aspiran a participar en la
construcción socialista en una única unión de escritores soviéticos que incluya
una fracción comunista.
3. Realizar cambios
análogos en las demás disciplinas artísticas.
4. Encomendar al Buró de
Organización que desarrolle medidas prácticas para la ejecución de esta decisión.
Anexo 2
DIEGO RIVERA, ANDRÉ BRETON, LEÓN TROTSKY “MANIFIESTO POR UN ARTE
LIBRE Y REVOLUCIONARIO” MÉXICO 25 DE JULIO DE 1938.
No exageramos al afirmar que nunca ha estado la civilización tan
amenazada como ahora. Los vándalos, empleando medios bárbaros y
comparativamente inútiles, han abandonado la cultura de la antigüedad en una
esquina de Europa. Vemos la civilización mundial, unida en su destino
histórico, tambalearse bajo los golpes de fuerzas reaccionarias armadas con
todo el arsenal de la tecnología moderna. No sólo estamos pensando en la guerra
mundial que se acerca. Incluso en tiempos de “paz”, la situación del arte y de la ciencia se ha hecho
intolerable.
Desde el momento en que se origina en el individuo, desde el
momento en que se pone en juego talentos subjetivos para producir un
crecimiento objetivo de la cultura, cualquier descubrimiento filosófico,
sociológico, científico o artístico parece ser fruto de una oportunidad
preciosa, es decir: la manifestación más o menos espontánea de la necesidad.
Estas creaciones no se pueden ignorar, ni desde el punto de vista del
conocimiento general (que interpreta el mundo existente), ni desde el punto de
vista revolucionario (el cual, si quiere cambiar el mundo, necesita un análisis
exacto de las leyes que gobiernan su movimiento). Específicamente, no podemos permanecer indiferentes ante la condición
intelectual bajo la cual tiene lugar la actividad creativa, ni
tampoco podemos dejar de considera las leyes particulares que gobiernan la
creación intelectual.
Debemos reconocer que, en el mundo contemporáneo, se están destruyendo todas las condiciones que posibilitan
la creación intelectual. A esto sigue necesariamente un proceso de degradación cada
vez más evidente, no sólo de la obra de arte, sino también de la personalidad
específicamente “artística”. El régimen de Hitler, que se ha librado de todos
los artistas que expresaban la menor simpatía por la libertad, aunque fuese
superficial, ha
reducido a aquellos que todavía consintiesen en tomar una pluma o un pincel a
la categoría de sirvientes doméstico s del régimen, con
la misión de glorificarlo cuando se lo ordenen, de acuerdo con las peores
convenciones estéticas posibles. Si hemos de creer las noticias, sucede lo
mismo en la Unión
Soviética, donde la reacción thermidoriana está en todo su auge.
No hace falta decir que nosotros no nos identificamos con la
máxima de moda: “¡Ni fascismo ni comunismo!”, una mera convención típica del
temperamento de los necios, los conservadores y los miedosos, que ahora quisieran
estar en otro sitio y se aferran a los restos descompuestos del pasado
“democrático”. El arte verdadero, que no se contenta con producir variaciones
de esquemas, sino que insiste en expresar las necesidades interiores del hombre
y de la humanidad de su tiempo, no puede dejar de ser revolucionario, no
aspirar a una reconstrucción radical de la sociedad. Esto lo hace al librar a
la creación intelectual de sus cadenas y al propiciar que toda la humanidad se
eleve a alturas donde sólo genios aislados llegaron en el pasado. Pensamos que
sólo la revolución social puede despejar el camino a una cultura nueva. Si, no
obstante, rechazamos a la burocracia que ahora controla la Unión Soviética, es
porque, a nuestro ojos, no representa al comunismo, sino que es su
enemigo más traicionero y peligroso.
El régimen totalitario de la URSS, trabajando mediante las
llamadas organizaciones culturales que controla en otros países, ha extendido,
por todo el mundo un profundo anochecer hostil a todo tipo de valor espiritual;
un anochecer de impudicia y sangre en que se bañan aquellos que, disfrazados de
intelectuales y artistas, han hecho del servilismo su carrera, de la mentira
por dinero una costumbre y del excusar un crimen una fuente de placer. El arte
ofial del estalinismo, con una desvergüenza sin parangón en la historia, emula
sus esfuerzos de dignificar su profesión de mercenarios.
La repugnancia que inspira en el mundo del arte semejante
negación de sus principios –una negación que ni siquiera los estados
esclavistas se han atrevido a llevar tan lejos- debería provocar una condena
activa y decidida. La oposición de los escritores y artistas es una de las
fuerzas que pueden contribuir al descrédito y derrocamiento de regímenes que
están destruyendo, junto con el derecho del proletariado de aspirar a un mundo
mejor, todo sentimiento de nobleza e incluso de dignidad humana.
La revolución comunista no teme al arte. Se percata de que el
papel del artista en una sociedad capitalista decadente viene determinado por
el conflicto entre el individuo y las diferentes formas sociales que le son
hostiles. Este hecho solamente, en la medida en que el artista es consciente de
él, lo convierte en aliado natural de la revolución (…).
Merece la pena recordar aquí la concepción de la función del
escrito del joven Marx:
Naturalmente, el escritor debe hacer dinero para vivir y para
escribir (…). El escritor nunca considera su obra un medio. A sus ojos y a los
ojos de otros, es un fin en sí misma, hasta el punto de que sacrifica su propia
existencia por la existencia de su obra (…). La primera condición de la
libertad de prensa es que no es una actividad comercial.
Esta declaración es pertinente ahora más que nunca contra
quienes pretenden controlar la actividad intelectual para fines ajenos a ella
misma y prescriben los temas al arte por supuestas razones de estado La libre
elección de esos temas y la ausencia de toda restricción en su actividad y en
el uso de sus obras son algo que el artista tiene derecho a reclamar como
inalienables. En el ámbito
de la creación artística, la imaginación debe escapar de toda limitación y bajo
ningún pretexto puede ponerse bajo un reglamento. Expresamos nuestro claro
rechazo a aquellos que nos exhortan, hoy y mañana, a consentir poner el arte
bajo una disciplina radicalmente incompatible con su naturaleza y repetimos que
estamos conscientemente resueltos a defender la fórmula de la completa libertad
del arte.
Por supuesto, reconocemos que el estado revolucionario tiene
derecho a defenderse contra el contraataque de la burguesía, incluso cuando
este se cubre con la bandera de la ciencia o el arte. Pero existe un abismo
entre esas medidas forzadas y temporales de autodefensa revolucionaria y el
intento de dar órdenes a la creación intelectual. Si bien, con vistas al mejor
desarrollo de las fuerzas de producción material, la revolución debe construir
un régimen socialista centralizado, para desarrollar la producción intelectual
se debe establecer desde un primer momento un régimen anarquista de libertad
individual.¡No a la autoridad, no al dictado, no a la mínima traza de órdenes
desde arriba! Solo
sobre una base de cooperación amistosa, sin imperativos externos, podrán
realizar su tarea los académicos y los artistas, y lo harán mejor que nunca en
la historia (…).
En el periodo presente de agonía del capitalismo, tanto
democrático como fascista, el artista se ve amenazado con la pérdida de su
derecho a vivir y seguir trabajando. Ve todas las vías de comunicación
bloqueadas por los escombros del colapso del capitalismo. Es natural que se
acerquen a las organizaciones estalinistas, las cuales le ofrecen la
posibilidad de escapar de su aislamiento. Pero, si quiere evitar la
desmoralización completa, no puede permanecer en ellas, por la imposibilidad de
enviar su propio mensaje y por el servilismo degradante que le exigen esas
organizaciones a cambio de ciertas ventajas materiales. Debe entender que su
sitio es otro, no entre los que traicionan la causa de la revolución y de la
humanidad. Sino entre aquellos cuya fidelidad inamovible da testimonio de la
revolución; entre los que, por esa razón, son los únicos capaces de realizarla
y, con ella, la expresión más libre y perfecta de todas las formas de
genialidad humana.
El objetivo de esta convocatoria es encontrar un espacio común
en el que se puedan reunir todos los escritores y artistas del mejor modo para
servir a la revolución mediante su arte y defender la libertad del propio arte
contra los usurpadores de la revolución. Pensamos que las tendencias estéticas,
filosóficas y políticas más dispares pueden encontrar aquí una base común. Aquí
pueden marchar los marxistas junto a los anarquistas, si ambos partidos
rechazan sin paliativos el espíritu reaccionario y policial representado por
José Stalin y su acólito García Oliver.
Sabemos muy bien que, hoy en día, hay miles y miles de
pensadores y artistas aislados repartidos por todo el mundo, con sus voces
ahogadas por los coros ruidosos de mentirosos bien disciplinados. Cientos de
pequeñas revistas locales intentan reunir voces jóvenes a su alrededor,
buscando nuevos caminos y no subsidios. Las tendencias progresistas en arte son
destruidas por los fascistas por “degeneradas”. Las creaciones libres son
llamadas “fascistas” por los estalinistas. El arte independiente y revolucionario
debe ahora unir fuerzas contra la persecución de los reaccionarios. Debe
proclamar en alto su derecho a existir. Semejante unión de fuerzas es el
objetivo de la Federación Internacional del Arte Independiente Revolucionario,
la cual creemos necesario construir.
No queremos insistir en ninguna de las ideas presentadas en este
manifiesto, que solo consideramos el primer paso en esa dirección. Instamos a
hacerse oír a todos los amigos y defensores del arte, que no pueden sino darse
cuenta de la necesidad de este llamamiento. Hacemos el mismo llamamiento a
aquellas publicaciones de izquierdas que deseen participar en la creación de la
Federación Internacional y fijar sus tareas y sus líneas de acción.
Cuando se establezca una relación internacional preliminar
mediante la prensa y la correspondencia, procederemos modestamente a la
organización de congresos locales y nacionales. El paso final será la asamblea
de un congreso mundial que declarará oficialmente la fundación de la Federación
Internacional.
Nuestros objetivos:
La independencia
del arte –por la revolución
La revolución –
¡por la liberación completa del arte!
Anexo 3
ZHDANOV: Fragmentos
del discurso del I Congreso de Escritores Soviétivos de la Unión, 1934 (*)
“Bajo el liderazgo del Camarada Stalin, el Partido está
organizando las masas hacia la lucha para destruir los elementos capitalistas
de una vez por todas, para erradicar los vestigios del capitalismo en nuestra
economía y en la mente de nuestro pueblo, y para completar la reconstrucción
técnica de nuestra economía nacional. La erradicación de los vestigios
capitalistas en la conciencia del pueblo significa luchar contra todo vestigio
de influencia burguesa sobre el proletariado, contra el relajo, la frivolidad y
la ociosidad, contra la arbitrariedad y el individualismo, contra la corrupción
y deshonestidad hacia la propiedad social”.
“Sólo la literatura soviética podría convertirse
y se ha convertido de hecho en una literatura avanzada e imbuida de
pensamiento. Es un todo uno con nuestra construcción socialista”.
“Un desorden de misticismo, obsesión religiosa y pornografía
es característico del declive y decadencia de la cultura burguesa. Las
“celebridades” de esa literatura burguesa que ha vendido su pluma al capital
son hoy ladrones, detectives, prostitutas, chulos y gangsters”.
“Nuestra literatura soviética no teme ser tildada de
tendenciosa, pues en nuestra época de lucha de clases no hay ni puede haber
literatura desclasada, no tendenciosa y “apolítica”. Y a mí me parece que todos
y cada uno de los escritores soviéticos podría decir a cualquier burgués torpe
de ingenio, a cualquier filisteo o a cualquier escritor burgués que habla de
tendenciosidad de nuestra literatura: “Sí, nuestra literatura soviética es
tendenciosa y estamos orgullosos de ello, pues nuestra tendenciosidad es para
liberar a la clase trabajadora –y al conjunto de la humanidad- del yugo de la
esclavitud capitalista”.
“Cread obras de gran destreza, de profundo contenido ideológico
y artístico. Sed los más activos organizadores de la remodelación de la
conciencia del pueblo en el espíritu del socialismo. ¡Permaneced en las
primeras líneas de los luchadores, por una sociedad socialista sin clases!”
(*) La traducción del texto en inglés sobre el original, es
mía (mis disculpas por los posibles errores). El texto completo se puede ver en
el siguiente enlace: