lunes, 18 de mayo de 2015

Realismo Socialista




Del mismo modo que hay varias pinturas de Academia, se pueden ver distintas corrientes dentro del denominado Realismo Socialista, aunque en ninguna de ellas se persigue la perfección formal como un fin en sí mismo, ni la representación de un ideal de belleza, lo que constituye la principal diferencia con las mismas corrientes del arte "burgués". Tampoco se ve el recurso a la severa plástica clasicista tan común en el arte fascista con el que siempre se han querido ver paralelos (refiriéndose a ambos como "Arte Totalitario"); y en ciertos casos se pueden ver similitudes, pero no hasta el punto de poder afirmar un paralelismo entre el arte fascista y el socialista.
Al igual que en la pintura de realistas occidentales como Courbet o Millet (fotos 7, 8, 9), el Realismo Socialista se afana en la representación de imágenes fidedignas de la realidad social contemporánea: tipos populares, escenas de la vida cotidiana, de la dignidad del trabajo... Todas ellas marcadas por una consciente y obstinada renuncia a la representación de cualquier ideal de belleza. El obrero, el campesino y el intelectual son representados de la misma forma; salvo que se reconozca al personaje, es poco menos que imposible diferenciar alguna forma de estatus social derivado de la dignidad de la actividad que unos y otros realizan; es la plasmación plástica de la sociedad sin clases, lo que sitúa al arte socialista en las antípodas del orden social implícito en el arte burgués. Incluso la forma en que se representa a los grandes líderes de la Revolución comparte esa falta de grave solemnidad (salvo en algunos retratos de Stalin, y convendría analizar si ello se debe a imposiciones oficiales, a cierta forma de adulación por parte del artista para ganarse el favor del régimen o a meras razones de propaganda en graves momentos de crisis) omnipresente en el retrato oficial burgués. Son paradigmáticas en este sentido las imágenes de retratos de Lenin, siempre representado como un tipo corriente, alejado de la convencional concepción heroica occidental del "padre de la patria", siempre cercano, apacible, nunca un héroe en la forma que imaginamos en Occidente (salvo en la pintura historicista, donde sí se ve al revolucionario en acción). Es también notable el contraste que se ve entre los retratos de caballete de Lenin y las severas imágenes que tanto de él como de Marx y Engels aparecen en representaciones más estrictamente propagandísticas como los carteles o aquellas que presiden congresos o instituciones oficiales soviéticas, incluyendo las estatuas monumentales.
En la pintura historicista soviética es donde se pueden encontrar más similitudes con el mismo genero de la pintura burguesa. El academicismo como perfección formal del cuadro resulta evidente, así como la búsqueda de la variedad de expresiones, gestos, posturas, detalles... que favorecen un carácter anecdótico y la exhibición de un virtuosismo formal puesto al servicio de una retórica de propaganda de los grandes episodios de la Revolución y sus protagonistas. Desde el punto de vista de la valoración artística, no hay diferencia alguna entre la pintura historicista burguesa y soviética, salvo la ideología subyacente en una y otra (fotos 5 y 6).

Hacer una valoración del Realismo Socialista como corriente artística puede ser complicado, y siempre va a resultar subjetivo. Desde la perspectiva de la Historia del Arte, y tomando las obras de forma autónoma, creo que no tiene sentido hablar de Realismo Socialista y Realismo Burgués, sino simplemente de Realismo y dentro de éste, sus distintas corrientes costumbrista e historicista. Ambas pertenecen claramente a la tradición artística occidental, y salvo los episodios narrados (con la ideología que llevan detrás) y los detalles anecdóticos, no hay nada que permita hablar de corrientes artísticas autónomas . Sin ser un conocedor profundo, yo díría que tanto en una como en la otra lo que hay son artistas (independientemente del grado de compromiso político personal de cada uno de ellos) con un estilo similar basado en la continuidad con la tradición, y que son agentes externos -en este caso los regímenes políticos y su necesidad de imágenes- los que han dado lugar a la innecesaria distinción entre uno y otro, distinción que a su vez tiene su propia carga ideológica; el discurso del desarrollo de la vanguardia como expresión de la libertad del artista occidental frente al dirigismo soviético no es más que la burda trasposición del enfrentamiento entre la "libertad occidental" y el "totalitarismo socialista" producto de la propaganda capitalista.
Se puede discutir si la mera presencia en una obra de arte de un cierto carácter ideológico es suficiente para justificar la existencia de un estilo artístico diferenciado. Creo que por sí misma no basta, sino que tiene que ir acompañada de una serie de innovaciones estéticas y formales, y que cuando éstas son de algún modo impuestas desde fuera se limita la creación artística como tal. Definir el Realismo Socialista como superador del subjetivismo de las vanguardias es una falacia reaccionaria, y desde el punto de vista de la evolución artística, una grave torpeza derivada posiblemente de la errónea concepción del Arte como vehículo idóneo de propaganda y puede que de una confusión entre chovinismo y construcción del Estado Socialista.
Para empezar, hay que decir que Lenin nunca fue dogmático en cuanto a la forma que debían adoptar las artes. Él tenía sus propias preferencias y gustos personales, y apreciaba toda manifestación artística que expresase la realidad social y la injusticia de los modos de producción anteriores a la Revolución, viendo su potencial formador para las masas (del mismo modo y por las mismas causas, aborrecía la frivolidad y las manifestaciones artísticas vacías de contenido social o portadoras de alguna forma de propaganda burguesa). Pero también, y en esto sí fue muy vehemente, abogaba por la conservación de las obras culturales prerrevolucionarias, pues formaban parte de todo el bagaje con que se contaba para construir la sociedad comunista del futuro, y eran el único vehículo con que se contaba para la educación de las masas. En todo caso, Lenin fue lo suficientemente cauto como para, desde su posición de mero aficionado a la cultura, no proponer ninguna directriz cultural rígida.
Por otra parte, muchos de los vanguardistas rusos (y fuera de Rusia) tuvieron un compromiso firme con la Revolución, la difusión de sus ideales y la tarea de educar a las masas en todos los ámbitos (fotos 1, 2, 3, 4), pudiendo desarrollar sus proyectos en los primeros años de la Unión Soviética antes de chocar con algunas posturas oficialistas que terminarían por imponerse a partir de los años 30. No es que vanguardia artística y socialismo sean incompatibles, sino que son ciertas concepciones estéticas reaccionarias, escudándose en las necesidades culturales del socialismo, las que condenan a las vanguardias al ostracismo.

Como vehículo de propaganda y difusión de las ideas revolucionarias, el Realismo Socialista también tiene puntos discutibles. Habría que empezar por un análisis de la pintura realista como instrumento de denuncia o reivindicación social tal como se ha querido ver desde la historiografía del Arte.
La representación en pintura de escenas de trabajo o de desigualdad social no es en absoluto reciente en la Historia del Arte, encontrándose gran cantidad de obras desde la Edad Media que incluyen ambos aspectos, aunque revestidos de un carácter anecdótico y costumbrista generalmente vinculado a cierta forma de propaganda de valores, por lo general, religiosos (la utilización de las artes plásticas como vehículo de propaganda tampoco es en absoluto nueva). Será precisamente la desvinculación del carácter religioso de estas escenas lo que permitirá empezar a hablar de un carácter propiamente social y de "denuncia", algo que, existiendo algún precedente (foto 12) empieza a desarrollarse con la pintura realista de mediados del siglo XIX (fotos 7, 8). Ciertamente, es en esta época cuando aparecen las representaciones del pueblo llano y sus actividades como protagonistas de una obra de arte, prescindiendo de ese carácter anecdótico y/o al servicio de la religión. Hay que señalar que es por estas mismas fechas cuando el desarrollo de las corrientes de pensamiento socialista cobran fuerza con la consolidación del capitalismo burgués y sus contradicciones. Es, seguramente, la existencia de este nuevo contexto ideológico el que explica mejor que las propias características de la pintura realista el carácter reivindicativo que se ha señalado en ella. Dicho de otra forma: ¿Se puede afirmar que la pintura de Courbet tiene un carácter social (foto 13) porque él mismo tuvo un papel destacado en la Comuna de París? Creo que la respuesta es no. Ni toda la pintura de Courbet tiene un carácter social, ni el pretendido carácter social de la pintura realista es exclusivo de los pintores comprometidos con tales temas (fotos 8, 13 ,14, 15). Esto es igualmente válido para el Realismo Socialista; es el contexto histórico y social en que se produce la obra el que dota a la misma de su carácter ideológico, y esto cobra sentido sólo cuando ya está consolidado un corpus teórico de carácter socialista contrapuesto a la ideología capitalista burguesa. Por sí misma, y desde un punto de vista estrictamente formal, no creo que se pueda hablar de la obra de arte "ideológica".
Otro aspecto a analizar es si la representación de la dignidad del pueblo llano y del mundo del trabajo es adecuada a la formación de la conciencia de clase socialista. Es posible que a mediados del siglo XIX pudiese ser así por su novedad estética, pero en el siglo XX el contexto histórico es diferente, y ese carácter se pierde o, cuando menos, resulta insuficiente. Si contraponemos las obras de las fotos 16 y 17 podemos observar claros paralelismos en cuanto a la reivindicación de la bondad y dignidad del trabajo y de las clases trabajadoras; son detalles anecdóticos menores presentes en una y otra las que nos sitúan en un contexto propagandístico socialista o nacionalsocialista. ¿Bastan la estrella roja y el retrato de Stalin para que la obra sea socialista? ¿Basta el traje popular bávaro para que la obra sea nacionalsocialista? Creo que desde el punto de vista formal, no, y que es el contexto histórico así como la mentalidad del espectador los que dotan a las obras de su significado ideológico. Es decir, si a la postre son los detalles anecdóticos menores la clave ideológica de una pintura, podemos cuestionar que ésta sea un vehículo adecuado de difusión propagandística; del mismo modo, tal insistencia en reivindicar ese carácter utilitario de la pintura en realidad acaba sirviendo principalmente para dar alas a la idea burguesa (ideologizada a su vez) del paralelismo entre el arte producido en los ámbitos soviético y fascista y a la contraposición entre el "Arte Totalitario" y la libertad de las vanguardias en el Occidente democrático.

Queda por analizar la efectividad real del Realismo Socialista como arma de difusión y propaganda de las ideas revolucionarias. Considerando que la efectividad de toda propaganda está en llegar al mayor número de espectadores posible, cabe preguntarse si en la práctica un museo, que junto a otras instituciones estatales son el destino de estas obras, es el lugar donde conseguir mayor número de espectadores. También hay que considerar si formalmente estas obras son portadoras del lenguaje más adecuado para la propaganda política. Respecto a este último punto, la respuesta es que seguramente no. En su formato de pintura de caballete, destinada a la contemplación plácida en el museo o el despacho institucional, estos cuadros presentan unas características formales más vinculadas al lenguaje tradicional de la pintura que a la exaltación retórica más propia de otro tipo de manifestaciones como el arte monumental o el cartelismo, ambas con una presencia abundantísima a lo largo de toda la historia de los regímenes socialistas; como también la tuvo en los regímenes fascistas y como, en cierta manera, la tienen y mucho más abrumadora las democracias capitalistas en forma de publicidad e incitación al consumismo desmedido.
Creo que el tipo de pintura que se agrupa en el Realismo Socialista probablemente obedece más a la necesidad que todo régimen político tiene de producir imágenes de legitimación cultural, dentro del curso de la Historia, que a una voluntad de proselitismo impulsado por las instituciones y vehiculado a través de este tipo de imágenes. La existencia paralela del arte monumental y del cartelismo, con su lenguaje formal propio, y su mayor alcance y difusión entre las masas, es la prueba de ello. Tema aparte es si tanto una forma de arte como la otra tienen efectividad en lo que respecta a la educación ideológica del pueblo, y en mi opinión no la tienen.
En realidad habría que analizar si las imágenes fijas, sea la cual sea la ideología que puedan tener detrás, tienen ese poder formativo o si simplemente tienen utilidad y poder para la exaltación de las ideas que previamente tiene concebidas el espectador. Creo que ya se trate de un cuadro de altar o de un cartel del 1º de Mayo el poder de convicción es el mismo: sólo convence al que ya está previamente convencido, de modo que su efectividad se limita, si acaso, a la propaganda de las instituciones que lo promueven. La palabra apela al entendimiento; la imagen, a la emoción. Independientemente de la orientación ideológica del discurso, la teoría se construye con la palabra, necesita un carácter narrativo del que carece la imagen fija; ésta puede ilustrar ciertos aspectos de ese discurso, pero por sí misma es incapaz de articularlo, no es su función.
Evidentemente, esto no es algo que ignorasen los que promovieron el Realismo Socialista; la promoción tanto de obras de pensamiento político como, ya en el terreno de las artes, de obras literarias, teatrales y cinematográficas se hace con la vista puesta en su mayor poder de convicción y difusión de las ideas del que podía aportar la imagen fija. Por decirlo de algún modo, El Acorazado Potemkin de Einsentein tiene más poder explicativo y de convicción que toda la pintura del Realismo Socialista; reconocerlo es necesario y justo para hacer una correcta valoración de ella, por sí misma dentro de la Historia del Arte, y por la función que desempeña en cuanto a difusión de los ideales revolucionarios.

En este sentido y a modo de conclusión se puede hacer una valoración atendiendo a distintas variables o puntos de vista:
1- Desde la Pintura, tomada de forma autónoma, El Realismo Socialista presenta una calidad un tanto irregular en cuanto a aspectos formales y técnicos, yendo desde lo excelente a lo mediocre.
2- Desde su papel en la Historia del Arte, entendida como un discurso de evolución y renovación, su relevancia es prácticamente nula. Su vinculación evidente con la tradición del realismo pictórico hace que quede casi reducida a la condición de mero testimonio de lo que se producía en el ámbito de los regímenes socialistas, e impulsado por ellos, mientras estuvieron en vigor.
3- Desde la difusión de las ideas socialistas, su papel es escaso por no ser su finalidad concreta y por no estar específicamente destinada a un público global, ni dentro de los regímenes socialistas, ni menos aún fuera de ellos.

Personalmente, no la considero entre los grandes logros y aportaciones que el Socialismo sí tuvo en otros ámbitos del pensamiento, la cultura y la sociedad; como tampoco considero que lo sea la pintura costumbrista que se sigue haciendo en el ámbito de las democracias capitalistas hoy día (eso sí, apartada de la publicidad de vanguardismo de que presumen las instituciones culturales oficiales y privadas) y que alimenta una parte considerable de lo que, torpemente, Occidente gusta de llamar "industria cultural".



FOTOGRAFÍAS



01 Rodchenko, Libros (1924)







02 El Lissitzky, Golpead a los  blancos con la cuña roja (1919)


03 El Lissitzky, Tribuna de  Lenin (1920)



04 Tatlin, Monumento a la Tercera Internacional (1920's)

05 W. Gause, Baile en la corte de viena  (1901)


06 Gerasimov, Reunión con los comandantes (1937)

07 Millet, Las espigadoras (1857)


08 Courbet, Un entierro en Ornans (1850)


09 Plastov, Recogiendo patatas (1942)


10 Plastov, El pintor Vasily Modonov (1940)


11  Brodsky, Lenin (1930)


12 Goya, El albañil herido (1786-1787)


13 Courbet, Los picapedreros (1857)


14 Caillebotte, Los acuchilladores de parqué (1875)


15 Sorolla, Y aún dicen que el pescado es caro (1894)


16 Plastov, Celebración en el koljós (1938)


17 S. Hilz, Trilogía Campesina (panel central, 1941)


18 Plastov, Baño de caballos (1938)






19 Sorolla, El baño del caballo (1909)














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